Mucha gente no lo sabe, pero existe todo un mundo de microorganismos viviendo en el interior de nuestro intestino, se trata de la microbiota.
Cada persona tiene una comunidad microbiana propia, que varía en función de factores como el genotipo, de la colonización posterior al parto y la alimentación que recibe a lo largo de los dos primeros años de vida. Pero, la microbiota no permanece inalterable, cambia continuamente dependiendo de la edad, la alimentación o la toma de medicamentos.
¿Cuál es la importancia de la microbiota?
Este pequeño y complejo ecosistema tiene una importancia capital para nuestras vidas. Protege al organismo frente a patógenos externos, evitando que se asienten en las paredes intestinales; fermenta los hidratos de carbono no digeribles; genera vitaminas y aminoácidos; desarrolla y modula el sistema inmunitario y produce neurotransmisores (serotonina y dopamina), que actúan directamente sobre nuestro estado de ánimo.
Sin embargo, su relevancia no se limita a esas funciones. Existe una conexión demostrada entre la microbiota, el sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo, el sistema neuroendocrino, el sistema neuroinmune y el sistema nervioso central, de forma que se establece una comunicación bidireccional entre las partes: la microbiota influye en el comportamiento humano, y las alteraciones en dicho comportamiento provocan cambios en la microbiota.
En esta línea, diversos estudios han constatado la relación entre la microbiota y enfermedades de carácter neurológico, como la depresión. Aparte de las anomalías del SNC, los pacientes con depresión también tienen alteraciones en los sistemas metabólico, inmunitario y endocrino. Se han hallado diferencias claras en la composición de la microbiota fecal de pacientes con depresión en comparación con sujetos sanos.
Descubrir el perfil de microbiota de una persona es una excelente estrategia para detectar cambios que indiquen la presencia de un problema de salud o averiguar qué alimentos “prefieren” sus microorganismos y, así, estimular el crecimiento de poblaciones positivas, como táctica para evitar o reparar algunos desórdenes. Los análisis de microbiota pueden, además, detectar patologías concretas como la depresión.
¿Cómo cuidar de la microbiota?
Para que el organismo funcione adecuadamente, es necesario que los cien trillones de microorganismos que forman la microbiota estén equilibrados. Desafortunadamente, muchas de las acciones de nuestro día -estrés, alimentación no saludable, exceso en la toma de antibióticos…- desnivelan ese equilibrio.
Conocer nuestro perfil de microbiota a través de un análisis, llevar una alimentación más saludable (incluyendo frutas, verduras, cereales integrales y productos fermentados), evitar el consumo innecesario de antibióticos y reducir el uso de antisépticos pueden ayudarnos a mejorar nuestro estilo de vida y nuestra salud.